Las esperas, los acelerones, las llamadas y despedidas. Los sombreros y chalecos, las burbujas de jabón, los rayos de sol y las gotas de lluvia. Las cartas de amor y desamor, las expectativas y las realidades. Las copas y los bares, la playa y los pechos. Y la música.
Y los sueños. En la cama y en la clase. En la calle y en el coche. Y ellas. Y yo.
Los olores, los amigos que no se escuchan, las carreras por los grandes almacenes y los atardeceres a su lado. Y los amaneceres. Y las sonrisas anchas.
Las muñecas de trapo, los cromos alabeados y los cines de verano. Las bragas con lacitosy las calzas hasta las rodillas, las faldas con olor a naftalina y las cuevas de murciélagos. Ah! Y los disfraces de superhéroes, las máscaras reales... E imaginarias. La nata... Y las fresas. Los destinos. La carretera llena de curvas y las playas escondida. Los juegos de mesa y las absentas naturales. Los cigarrillos enriquecidos y los idiomas imposibles. Lo imposible de lo nuestro. Y la culpa.
Cuando todo el puñetero planeta me las recuerda. Cuando no existe canción o película sin historia, cuando sólo yo existo porque nadie me comprende. Entonces aparece alguien que te cuenta una historia parecida. Y sonríes, porque a pesar de todo el fatalismo, sufrimiento e incomprensión, la vida puede ser maravillosa.
-El texto no es mío, lo leí en una crítica a la película 500 Días Juntos, la cual recomiendo ver. Es de esas películas que, a pesar de ser tristes, te hacen sonreír... Quién sabe el por qué. Quizás porque es como si por fin encontraras a alguien que te comprende.
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